Dr. Jaime Pahissa Campá
Presidente de la Asociación Argentina
de Tecnología Nuclear (AATN)
Lo que sucedió en Japón el 11 de marzo de 2011 fue una tremenda catástrofe geológica que se llevó por delante al país nipón provocando la muerte de miles de personas, destruyendo carreteras, edificios, puentes, interrumpiendo las comunicaciones, y afectando también a la planta nuclear Fukushima Daiichi, que se defendió de la mejor manera posible ante tales imprevistos naturales. El reactor respondió al terremoto satisfactoriamente, actuó con todos los sistemas de seguridad y dio respuesta a todas las demandas que le exigía esa catastrófica situación, hasta que la naturaleza -no contenta con eso- desplegó un tsunami de catorce metros de altura que superó las barreras de seguridad que preveían una ola de hasta diez metros. El agua arrasó con los generadores de emergencia y recién ahí empezó el problema en Fukushima.
Responsabilizar al sector atómico por tales sucesos implicaría un nuevo retraso en el progreso de esta industria, que en este momento es la única que puede ofrecernos una fuente de energía sustentable, limpia, segura, económicamente competitiva y capaz de abastecer a la población en sus demandas energéticas de hoy y del mañana. Las energías alternativas como la solar, mareomotriz, eólica, y demás, aún desarrolladas al máximo, no podrán por sí solas alimentar más que el 10% de la demanda total de electricidad del mundo que habrá en los próximos 50 años, mientras que la nuclear es una energía de base, competitiva, limpia y eficiente.
Por supuesto, hubo una gran cantidad de lecciones aprendidas tras lo acontecido en Fukushima, las cuales sirvieron para optimizar los niveles de seguridad de las plantas de todo el mundo, en especial bajo la pretensión de prever circunstancias antes no imaginadas en tal magnitud. Se revisaron los reactores en operación, se llevaron a cabo las modificaciones correspondientes y se propusieron nuevos requisitos tanto para futuros proyectos como para aquellos en construcción. Como consecuencia, la industria nuclear se robusteció y en la actualidad la cantidad de centrales nucleares ha ido en aumento, al tiempo que diferentes países del mundo tienen intenciones o de profundizar sus planes nucleares o de comenzar a incursionar en esta vasta industria, tal el caso de Bolivia, por ejemplo.
Además, es importante señalar que Japón reinició su Plan Nuclear tras la presentación de un nuevo y riguroso marco de seguridad. La central de Sendai fue la primera en cumplir con esos exigentes requisitos, por lo que el pasado 11 de agosto entró en operación uno de sus reactores y más de veinte unidades están a la espera de reactivarse, poniendo en práctica todos los aprendizajes que dejó aquel 11 de marzo.
Lo curioso es que generalmente se habla de los accidentes nucleares, mientras que no se le otorga la misma importancia a los que ocurren en otras industrias energéticas, los cuales son evidentemente mucho más trágicos. Lo que sucedió en Fukushima fue una tremenda tragedia, causada por un terremoto y un posterior tsunami pero –amén de que la central se vio afectada- el desastre no lo provocó la energía nuclear sino, el propio Planeta y esa debería ser la discusión.