Por Leonam dos Santos Guimarães
Director de Planificación, Gestión y Medio Ambiente
Eletrobras/Eletronuclear (Brasil)
La generación energética depende del agua, principalmente para la refrigeración de centrales termoeléctricas, así como también para la producción, el transporte y el procesamiento de combustibles fósiles. Además, cada vez se utiliza más agua para el riego de cultivos que luego se emplean para obtener bioenergía y biocombustibles. Asimismo, como contraparte, la energía es vital para el funcionamiento de los sistemas que recogen, transportan, distribuyen y tratan el recurso hídrico, garantizando el suministro para sus diversos usos.
Tanto la energía como el agua son recursos que se enfrentan a demandas y restricciones crecientes en muchas regiones como resultado del aumento demográfico, el desarrollo socioeconómico y el cambio climático. Por lo tanto, su interdependencia tiende a amplificar su mutua vulnerabilidad.
Para el sector energético, las restricciones vinculadas al agua pueden socavar la fiabilidad de las operaciones de las centrales existentes, así como la viabilidad física, económica y ambiental de proyectos futuros. Del mismo modo, el uso del agua para la producción eléctrica puede afectar a los recursos de agua dulce, tanto en cantidad como en calidad influyendo en la capacidad de suministrar servicios de agua potable y saneamiento a la población.
El World Energy Outlook WEO 2016 -publicado el 16 de noviembre de 2016 por la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés)- contiene un capítulo dedicado al nexo entre la energía y el agua, y examina el modo en que las complejas interdependencias entre ambos recursos pueden profundizarse en las próximas décadas. Este análisis, que actualiza un trabajo previo realizado en 2012, evalúa las necesidades actuales y futuras de agua dulce para la producción de energía, destacando vulnerabilidades potenciales y los puntos clave de tensión. Asimismo, por primera vez, el WEO 2016 da cuentas de la relación agua/energía considerando las demandas energéticas para diferentes procesos en el sector hídrico, incluyendo el abastecimiento, distribución, aguas residuales y desalinización. Las principales conclusiones se divulgaron en el Foro Mundial del Agua en la COP22 el 15 de noviembre 2016.
La interdependencia entre el agua y la energía se intensificará en los próximos años, pues “las necesidades de agua por parte del sector energético” y “las necesidades energéticas por parte del sector del agua” crecen simultáneamente. El agua es esencial para todas las etapas de producción de energía: este sector representa el 10% de las extracciones mundiales de agua, especialmente para la operación de centrales térmicas, producción de combustibles fósiles y biocombustibles. Actualmente se está impulsando un cambio hacia tecnologías avanzadas de enfriamiento que extraen menos agua, pero que a su vez consumen más (utilización del recurso sin devolverlo a la fuente).
La creciente demanda de biocombustibles conlleva a un aumento en el consumo de agua, y un mayor uso de la energía nuclear incrementa los niveles de extracción y consumo. Desde otro ángulo de la ecuación agua/energía, el análisis del WEO 2016 proporciona una primera estimación global de la cantidad de energía utilizada para abastecer de agua a los consumidores. En 2014, alrededor de 4% del consumo global de electricidad se utilizó para extracción, distribución y tratamiento de agua y aguas residuales.
Para el 2040, se proyecta que la cantidad de energía utilizada en la industria del agua será más del doble que la actual. La capacidad de desalinización aumentará notablemente en el Oriente Medio y el Norte de África, y la demanda de tratamiento de aguas residuales (y niveles más altos de tratamiento) crecerá sobre todo en las economías emergentes. Para el año 2040, el 16% del consumo de electricidad en el Medio Oriente estará relacionado con el suministro de agua.
La gestión de la interdependencia agua/energía es crucial para el éxito de los objetivos de desarrollo sostenible y la mitigación del cambio climático. Hay varios puntos en común entre los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (SDG) sobre “agua potable y saneamiento” (SDG 6) y aquellos referidos a la “energía limpia y asequible” (SDG 7). Si se los gestiona adecuadamente es posible cumplir ambas metas.
Existen también muchas opciones económicamente viables para el ahorro de energía y agua que pueden aliviar las presiones sobre ambos recursos si se consideran de manera integrada. Los esfuerzos para combatir el cambio climático pueden agravar el estrés hídrico o verse limitados por la disponibilidad de agua en ciertos casos.
Posiblemente tratar de forma conjunta y armónica la problemática de la energía y el agua es el mayor desafío para una transición efectiva hacia una economía baja en carbono, tan necesaria para la mitigación del cambio climático. Teniendo en cuenta que la gestión de estos recursos implica un fuerte componente transnacional, los efectos geopolíticos de esta transición serán cada vez más pronunciados.
Por último, es interesante tener en cuenta que el agua de mar es un recurso prácticamente inagotable. Su uso efectivo, sin embargo, depende de la disponibilidad de energía abundante y de bajo costo para la desalinización y el posterior transporte y distribución de agua dulce para quienes la necesiten. Esto abre un amplio campo para la aplicación de la desalinización a gran escala, donde la energía nuclear podría ser una alternativa viable. En efecto, la energía nuclear ya está siendo utilizada para la desalinización y tiene potencial para un uso mucho mayor. La desalinización nuclear es muy competitiva en términos de costos y sólo los reactores nucleares son capaces de proporcionar las grandes cantidades de energía que estos proyectos a gran escala requerirán en el futuro.
*Material traducido por Enula