Roberto García Moritán. Diplomático y ex vicecanciller
Mi mirada en cuanto al sector nuclear argentino en la actualidad es positiva: partimos de una base muy interesante que se inició fuertemente en 2006, cuando comenzaron a tomarse decisiones para volver a poner de pie al sector nuclear. Terminar Atucha II ha sido una tarea exitosa, difícil técnicamente, pero que ha valido la pena encauzar. Además, se puso en marcha otra vez el complejo Pilcaniyeu y hubo avances considerables en cuanto al reactor CAREM. Estos últimos años han vuelto a darle oxígeno a esta industria, que venía de una meseta muy grande: las décadas del ‘80 y ’90 se desaprovecharon, y era hora de que se recompusiera. Este gobierno tiene la suerte de haber encontrado una industria de pie, con buenos técnicos, buenas universidades, y con una estructura interesante para seguir creciendo. Es necesario seguir impulsando un sector que en este siglo es esencial por su importancia tecnológica y por cómo vuelca el conocimiento a otras áreas industriales.
Por otro lado, se está llevando a cabo la extensión de vida de Embalse, lo que implicará para el país una enorme experiencia que podría ser muy útil frente a las futuras centrales que se construirán. El punto central es que la Argentina concrete en principio su cuarta central de potencia, y luego la quinta y sexta. También será fundamental que la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) complete el reactor CAREM, proyecto que se gestó hace unos cuarenta años y cuya tecnología aún continúa vigente. El hecho de que a pesar del paso del tiempo siga siendo un buen negocio demuestra la relevancia de finalizarlo.
Asimismo, espero que el país siga manteniendo el manejo del ciclo del combustible nuclear. Fue muy valiosa la reactivación de Pilcaniyeu y la recuperación de la capacidad nacional de enriquecer el uranio. Tener autonomía en el ciclo de combustible es fundamental.
Es importante que se construyan más reactores de potencia teniendo en cuenta las necesidades energéticas. Estos proyectos revitalizarían el sector, y creo que estamos muy próximos a soñar con la posibilidad de comenzar a exportar reactores de potencia. Algunos me tildarán de utópico, pero todas estas experiencias nos acercan a ese rumbo, que podría ser un objetivo a largo plazo. Creo también que tenemos que seguir vendiendo reactores de investigación y que una vez que se complete el CAREM se inicie su comercialización. Un país como el nuestro, en mi opinión, debería concentrarse en desarrollos internos sobre la base de las exportaciones, que bien podrían financiar las inversiones del mercado local.
En lo personal, que hago énfasis en la política exterior, interpreto que lo nuclear es un tema que ubica a la Argentina entre los diez ó veinte países más importantes del mundo por el valor tecnológico qué implica esta actividad, la cual hace que tenga una presencia destacada.
Argentina hizo un gran esfuerzo para tener un producto exportable, como el caso de los reactores de investigación que se han vendido al exterior. Recuerdo que cuando se construyó el primero, en Perú (para producir radioisótopos), fue un desafío gigantesco: se trataba de la primera experiencia fuera de nuestras fronteras. La segunda, donde tuve la suerte de intervenir, fue el de Argelia, que además supuso la complejidad de la diferencia idiomática y cultural. Luego llegaron las unidades exportadas a Australia y a Egipto, que también implicaron un esfuerzo tecnológico magnífico y una enorme preparación profesional. Todos estos casos fueron exitosos, los clientes quedaron muy satisfechos por la calidad de los trabajos, lo que cobra una mayor trascendencia si consideramos que no hay muchos países con una capacidad exportadora semejante: sí las grandes potencias, como Rusia y China por ejemplo, pero a nivel regional Argentina está a la vanguardia.
El hecho de que nuestro país haya logrado tener una empresa de la calidad de INVAP, una comisión de energía atómica como la CNEA, ámbitos académicos de excelencia como el Instituto Balseiro y nuestras universidades, realmente es un motivo de orgullo, y fueron logros conseguidos con mucha responsabilidad, producto también de una política nuclear que, pese a los diferentes gobiernos sucedidos, mantuvo la voluntad de hacer de la Argentina un gran país nuclear.