La presidenta de la CNEA Adriana Serquis y el vicepresidente Diego Hurtado encabezaron la celebración del 65° aniversario de la inauguración del RA-1, junto al plantel actual de operadores y la presencia especial quienes lo gestionaron a lo largo del tiempo.
En el año del 65° aniversario del RA-1, el primer reactor nuclear de América Latina tuvo su homenaje este viernes en el Centro Atómico Constituyentes. Pioneros que participaron en su construcción, familiares de los que ya no están, los responsables de operarlo en la actualidad y las nuevas generaciones que lo harán en el futuro se reunieron en el auditorio Emma Pérez Ferreira para compartir sus historias y analizar el legado que dejó el desarrollo del reactor con técnicos, científicos y tecnología nacionales. El acto, organizado por el Departamento de Reactores, estuvo encabezado por la presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Adriana Serquis, y su vicepresidente, Diego Hurtado.
El RA-1 logró su primera reacción nuclear controlada el 17 de enero de 1958 y su inauguración oficial fue tres días después. Su construcción había llevado apenas 9 meses y comenzó a partir de la decisión del entonces titular de la CNEA, Oscar Quihillalt, de hacerlo con personal y tecnología propios en vez de comprar un reactor “llave en mano” en los Estados Unidos. Una decisión que abrió las puertas al desarrollo de la tecnología nuclear en la Argentina.
“La CNEA venía enviando gente a talleres para que se capacitaran, pero todos estaban cansados de hacer trabajos teóricos y querían pasar a la práctica y para eso hacía falta un reactor”, recordó Hugo Scolari, jefe del RA-1 y testigo de aquellos días. Y coincidió en que la historia hubiera sido muy diferente si se hubiera cumplido el plan inicial de comprarle uno a General Electric.
“El RA-1 es un hito muy importante para la CNEA y para toda la tradición del sistema nuclear argentino, porque marcó la forma en la cual se fue realizando el desarrollo científico-tecnológico del área nuclear –subrayó Serquis-. Antes de comprar algo llave en mano, preferir lo que hacemos con capacidades propias y seguir aprendiendo. Ahora, por ejemplo, la idea de exportar nuestras capacidades de gestión respecto a la Revisión Integral de Seguridad (RIS) de reactores nucleares tiene un valor desde el punto de visa emotivo y de soberanía, pero también monetario”.
El RA-1 hasta el día de hoy funciona para investigación, pero sobre todo como un reactor escuela. “Para nosotros es un orgullo, porque allí se han formado y se seguirán formando los operadores de todos los otros reactores”, destacó Claudia Barberis, la gerenta de Reactores y Centrales Nucleares de CNEA, que participó en uno de los paneles del homenaje junto a Fabián Moreira, jefe del Departamento de Reactores, y Elvio Antonaccio, el gerente de coordinación de proyectos entre CNEA y Nucleoeléctrica Argentina. Este último subrayó: “El RA-1 fue la piedra fundamental. Nos puso en la vanguardia de la industria nuclear a nivel mundial”.
“El paradigma de la política nuclear argentina en materia de reactores y generación nucleoeléctrica se fijó con el RA-1. En ese momento también se decidió hacer el desarrollo de los combustibles para no tener que comprarlos afuera y así asegurar el suministro”, explicó el doctor en Química Carlos Araóz, que ingresó a CNEA en 1956 y un año después era parte del grupo comandado por Jorge Sabato que elaboró los combustibles para el primer reactor. “Nos encargamos de los que se usaron al principio y también hicimos los que se instalaron cuando le aumentaron la potencia al RA-1. Y esos combustibles siguen hasta hoy”, contó.
“Cuando el reactor alcanzó criticidad por primera vez sentimos una gran alegría por haber logrado ejecutar un proyecto que era nacional en su mayor porcentaje”, recordó Aráoz, que sigue asesorando a CNEA en temas de combustibles hasta el día de hoy.
También participaron en el encuentro los hermanos Mariana y Conrado Geiger, hijos de los ingenieros Velia Hoffman y Miguel Alberto Geiger. “Mis padres se casaron y, pocos días después, se pusieron a trabajar en la construcción del RA-1, que a los 9 meses ya estaba terminado. Para nosotros es como nuestro hermano mayor”, comparó Conrado. “Hoy, 17 de marzo, nuestro padre cumpliría 90 años. Para nosotros es muy especial participar en este homenaje”, dijo Mariana. Y contó que su mamá le decía que cuando se hizo el RA-1 jamás se sintió discriminada por ser mujer, porque todos conformaban parte de un equipo técnico en el que importaban los conocimientos y las capacidades.
Adrián Daoud, que actualmente es responsable académico del instituto Dan Beninson, trajo el recuerdo de “La Tota”, una computadora de 16 k de RAM que hacía los cálculos del reactor en 10 minutos. “Todos temían que iban a perder sus trabajos por su culpa y me preguntaban si se podían alterar los resultados que entregaba”, relató.
Tanto el jefe del Departamento de Reactores, Fabián Moreira, como los operadores actuales definieron al RA-1 como su casa. Agustina González, que lleva tres años y medio en CNEA, aseguró: “Todo el mundo está dispuesto a enseñarte y está abierto a preguntas. Eso te genera ganas de seguir aprendiendo y mejorando. Destaco el sentimiento de pertenencia y cómo te integran”. “Todos nuestros estudiantes pasan por el RA-1”, sumó la secretaria académica del Instituto Dan Beninson, Ana María Lerner.
El cierre del homenaje estuvo a cargo de Diego Hurtado, quien habló de la importancia de que la CNEA recupere su centralidad. “El RA-1 fue un producto de esa centralidad”, aseguró. También sostuvo que los beneficios derivados de su construcción llegan hasta el día de hoy, en que la Argentina está completando la obra del reactor multipropósito RA-10, en el Centro Atómico Ezeiza.
Foto portada: De izquierda a derecha: Fabián Moreira, Adriana Serquis, Elvio Antonaccio y Claudia Barberis.
Fuente: CNEA