El Instituto nace en 1955, fruto de un acuerdo entre la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la Universidad Nacional de Cuyo. Desde ese entonces, se ha posicionado como una de las casas de altos estudios más prestigiosas de América Latina. En exclusiva, el Dr. Carlos Balseiro, hijo del fundador del IB y actual director, explica las particularidades del tipo de enseñanza que allí se brinda.
Por Lic. Daniela Bentivoglio
El Instituto Balseiro funciona en el predio del Centro Atómico Bariloche (CAB) de la CNEA como unidad académica de la Universidad de Nacional de Cuyo. Esta doble vinculación ha requerido diversos acuerdos en cuanto a la forma de trabajar, y se ha materializado también en una “doble ventaja”: “Tratamos de aprovechar lo mejor de ambos mundos”, afirma Carlos Balseiro, doctor en Física y destacado investigador.
“El hecho de que el Instituto funcione dentro del CAB le imprime características muy singulares a las enseñanza que proponemos. Es un centro de investigación y desarrollo muy grande: teniendo en cuenta los administradores, técnicos, investigadores y estudiantes, son más de 1.000 personas las que trabajan aquí. Es en este ámbito donde funciona la escuela de Física e Ingeniería, en donde realizamos actividades de grado y de posgrado. Formarse en un gran centro de investigación y desarrollo de este nivel es muy motivador para los alumnos”, asegura.
Además de su oferta de posgrados, el IB cuenta con cuatro carreras de grado: Licenciatura en Física, Ingeniería Nuclear, Ingeniería Mecánica e Ingeniería en Telecomunicaciones, esta última, la más reciente. “Todos los estudiantes que vienen a cursar estas carreras disponen de una beca de la Comisión Nacional de Energía Atómica, y son seleccionados después de haber cursado 2 años en la Universidad. Esto es una gran ventaja para nosotros porque en general los ingresantes ya tienen una vocación definida y cuentan con experiencia universitaria”.
El proceso de selección incluye un examen escrito que se realiza simultáneamente en varias regiones, tanto del país como del exterior. En esa instancia se toman conceptos básicos sobre Matemática y Física, y quienes aprueban son entrevistados en forma personal. El objetivo es conocer a los aspirantes y sus expectativas: “La entrevista es una gran herramienta porque en un examen escrito uno no termina de darse cuenta cuál es el entusiasmo que tiene cada uno y su vocación. Tratamos de identificar si realmente tienen ganas de estudiar y de esforzarse, porque una vez que se ingresa a las carreras ‘la cosa se pone un poco difícil’. Estas charlas nos brindan algunas pautas para poder advertir si el chico realmente va a poder adaptarse y aprovechar la posibilidad de formarse en este Instituto”.
Luego de este proceso se eligen los mejores 15 estudiantes por carrera, lo que supone un ingreso promedio de 60 alumnos por año. “En la Licenciatura en Física e Ingeniería Nuclear se presentan generalmente 60 aspirantes para esas 15 becas, es decir, ingresa uno de cada cuatro jóvenes. En Ingeniería Mecánica los números son similares, mientras que en Telecomunicaciones la cifra es más reducida porque es una carrera nueva que todavía no está tan instalada en el país”, detalla el Director del IB.
El hecho de que sólo ingresen 15 estudiantes por carrera responde a varios criterios. En primer lugar, el objetivo es formar jóvenes para el ámbito de la investigación y desarrollo, en ese marco y a medida que van avanzando en las carreras, los alumnos se acoplan “a grupos de trabajo que tienen una dinámica propia, y si el caudal de estudiantes fuera muy alto las tareas se complicarían”. “En ese sentido la educación es bastante especializada”, define el director, al tiempo que destaca el amplio número de docentes que trabajan en el IB. “La mayoría de los investigadores y tecnólogos del CAB dan clase, por lo que tenemos casi tantos profesores como alumnos. Esto permite un contacto y un seguimiento importante que sin dudas es un aporte sustancial para la educación de los jóvenes. La idea es que a medida que avanzan en la carrera pueden incorporarse a grupos de investigación y desarrollo, y eso sólo puede ser posible con números reducidos de estudiantes. No podríamos abrir las puertas del Instituto masivamente porque eso cambiaría el tipo de educación que pretendemos brindar”.
“No sólo queremos preparar chicos que aprendan los conceptos de los libros -lo que podría hacerse en cualquier establecimiento- sino también que adquirieran experiencia y una cultura de investigación: que aprendan a resolver problemas, que no le tengan miedo a pensar las cosas de otra forma, que se animen, que no se rindan ante el miedo de ‘esto es muy complicado para mí’. Queremos formarlos en esta cultura de trabajo qué va más allá de los aspectos técnicos, y en ese sentido es imprescindible generar un vínculo estrecho con los alumnos, lo que resulta en un enriquecimiento mutuo”.
Los grupos de investigación aceptan estudiantes, los entrenan en ciencia y tecnología y en ese mismo momento los investigadores se nutren de sus miradas e inquietudes. “No es lo mismo trabajar en un grupo que no tiene gente joven: cuando llegan los estudiantes el ambiente en el laboratorio y su dinámica cambian, porque muchas veces son ellos los que se animan a pensar cosas distintas. Los avances en la ciencia por lo general son hechos por gente joven, que suele tener más creatividad. Los más experimentados tenemos otra visión, podemos orientarlos, decirles ‘por ahí seguro que no va’, pero la creatividad de los chicos es central. A veces hacen preguntas que parecen básicas pero cuando uno las piensa mejor se puede llegar a dar cuenta de que ahí están escondidas respuestas muy interesantes. Creo que se aprende más enseñando que estudiando, así que se trata de ‘dar y recibir’. Si los chicos tienen vocación y están entusiasmados es un privilegio estudiar acá, y para nosotros es un privilegio poder hacer investigación en un ámbito con gente joven”.
Cada 1º de agosto llegan los nuevos estudiantes y una vez que egresan tiene la opción de extender su educación al nivel de posgrado, lo que incluye doctorados y maestrías. Pero la particularidad de formarse aquí no sólo tiene que ver con los criterios de selección y la excelencia que caracteriza al Balseiro: “Actualmente al 100% de los ingresantes se les ofrece alojamiento dentro del predio, lo que se cubre con el 15% de la beca. Es importante poder ofrecerles este espacio a los que recién ingresan porque son jóvenes que vienen de todo el país e incluso del extranjero. Después de 2 años se suelen armar grupos de amigos, empiezan a conocer la dinámica de la zona, y muchas veces ellos mismos deciden alojarse en otros lados para tener un poco más de independencia, pero al principio es fundamental que dispongan de estas habitaciones para favorecer su adaptación. Hoy no podemos ofrecerles alojamiento a todos los estudiantes, por lo tanto la prioridad es para los recién llegados, luego para los que ingresaron el año anterior, y así sucesivamente”. Según adelantó el Dr. Balseiro, pronto se inaugurará un nuevo complejo de alojamiento que va a satisfacer todas las necesidades, “pero hasta que no esté en funcionamiento nos manejamos de este modo”. Se estima que el nuevo edificio esté habilitado a principios de agosto.
Otro punto importante en este esquema que consiste “en un laboratorio con una escuela adentro” re que todos los docentes hacen investigación y desarrollo: “Por lo general, en la Universidad la carrera docente es tan grande que sólo se puede hacer investigación en los ratos libres, lo que implica un esfuerzo sobrehumano. Aquí somos privilegiados en ese sentido y es por eso que prácticamente tenemos casi tantos docentes como alumnos. Por lo general la carga docente es menor que en los universitarios típicos, los profesores suelen dedicarse un semestre a dar una materia y en el siguiente se abocan a la investigación. El privilegio es para todos”, reflexiona el Dr. Balseiro.
El Instituto tiene a su cargo instalaciones como la zona de aulas, laboratorios de docencia, biblioteca, y habitaciones, pero al estar inserto en un gran centro de investigación y desarrollo, los jóvenes luego se incorporan a grupos de trabajo en laboratorios de primera línea. Bajo la gestión de la CNEA, estos laboratorios cuentan con equipamiento moderno. Al respecto, el Director del IB advierte: “No hay en Argentina otro lugar que condense tantos equipos de última generación en un mismo predio como el Centro Atómico Bariloche. Somos afortunados al disponer de la mejor infraestructura para la Física e Ingeniería”.
Los investigadores trabajan en diferentes disciplinas, desde la cosmología y asuntos de Física fundamental hasta la Física aplicada, ciencia de materiales, tecnología nuclear. En efecto, “aquí se hace buena parte de la ingeniería de reactores, como el CAREM – perteneciente a la nueva generación de rectores pequeños- y el RA-10”. A medida que los chicos avanzan en sus estudios y se empiezan a orientar hacia una especialidad tienen la oportunidad de sumarse al grupo que está diseñando un reactor y participar de esa experiencia. “Es realmente interesante para ellos. Lo mismo sucede con la ingeniería mecánica y la ciencia de materiales, que prácticamente cubre todas las áreas de tecnología porque todo está hecho con algún material. Ahí convive gente de Física, de Ingeniería Mecánica, Ingeniería Nuclear, y esta suerte de interdisciplinariedad también se da en la Ingeniería de Telecomunicaciones”, asegura el directivo.