El Presidente de Nucleoeléctrica Argentina compartió su mirada sobre la actualidad y futuro del sector nuclear adelantando las proyecciones sobre las tan esperadas IV y V centrales y los otros proyectos que están en carpeta mientras se avanza con los contratos con China. (PRIMERA PARTE)
Por Lic. Daniela Bentivoglio
-¿Qué significa para usted este regreso a Nucleoeléctrica Argentina?
-Significa volver a un lugar muy querido y de forma inesperada. Jamás pensé, cuando me retiré a fines de 2015, que podría volver, y mucho menos en estas circunstancias. Me hace acordar mucho a cuando me llamaron en 2005, porque este es mi segundo regreso. En 2005, tras haber estado involucrado en la primera fase de Atucha II, me convocaron para terminar la central, un trabajo largo, arduo y difícil que afortunadamente logramos concretar con éxito. Los años transcurridos pesan sobre mis espaldas, naturalmente, pero voy a hacer mi mejor esfuerzo para ayudar a Nucleoeléctrica Argentina en la cual tengo entrañables amigos después de casi cuarenta años en el sector. Nuevamente, lo que nos queda por delante es muy duro pero haremos todo lo posible por cumplir.
-Uno escucha el nombre “José Luis Antúnez” y enseguida piensa en Atucha II. Al haber logrado esa gran hazaña de completarla y ponerla en marcha con todas las dificultades que tuvo ese proyecto, de alguna manera usted mismo subió la vara y ahora que regresó a la presidencia de NA-SA las expectativas son muchas. Pero ¿qué hay de sus aspiraciones? ¿Cuáles son sus “sueños nucleares”?
-Mis sueños nucleares son los mismos que en 1974: tecnología propia para el país, empleo industrial y generación eléctrica. Yo no vengo de este campo. Me recibí en 1967 de Ingeniero Electromecánico y me he desempeñado siempre en ingeniería y construcción. Quiso el destino que entre esas actividades, en el año ’74, se me encomendara la formación y después la conducción de la primera gran empresa dedicada a montajes nucleares que hubo en Argentina, que era un consorcio entre las cinco empresas más importantes del país, en una de las cuales yo trabajaba. Ese fue mi primer contacto con el sector nuclear. Luego tuve el gusto de formar a la generación joven que hoy está en Nucleoeléctrica, ayudarlos y que ellos me ayudaran a mí en el completamiento de Atucha II. Así que es un doble retorno. Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas pero vamos a tratar de esquivar ese maleficio del dicho popular.
-Retomando la mención que hacía recién sobre los jóvenes, el Plan de Acción de Nucleoeléctrica -que podríamos decir condensa el espíritu de la «Argentina Nuclear»- enumera una serie de objetivos que iremos profundizando a lo largo de la entrevista. Uno de ellos, justamente, tiene que ver con la capacitación de los jóvenes profesionales y con la incorporación de la perspectiva de género. ¿Qué reflexión puede hacer sobre estos dos puntos?
-Cuando más fácil es contar las cosas es cuando en lugar de teorizar sobre el tema se relata un ejemplo de la realidad. Uno de los jóvenes directores que tenemos hoy en el Directorio, Alejandro Estévez, es un joven ingeniero que tomamos en 2006 a quien formamos en la empresa y luego mandamos a capacitarse a Europa, y a quien hemos reencontrado, luego, ya en condiciones de formar parte del Directorio. No hay nada más agradable que eso.
El secreto de la continuidad de las empresas es la continuidad de la formación del personal de manera tal de ir formando los cuadros de reemplazo. En este caso también debemos recuperar a aquellos que fueron despedidos al anularse el Proyecto Nacional de la central CANDU. Este objetivo es el mismo que compartimos con el Ing. Messi, ya fallecido lamentablemente, en el año 2005: recuperar y formar los nuevos cuadros.
En cuanto a la perspectiva de género, es algo que he seguido desde su inicio. Yo provengo de una industria donde la participación de las mujeres ha sido muy baja en sus inicios, pero esto fue evolucionando con el tiempo. En Atucha II fuimos pioneros en haber empleado a operarias de la construcción, algo absolutamente inédito en ese momento. Hemos llegado a contar con más de una centena de mujeres entre los más de 4.000 operarios que tuvimos. Fue una experiencia excelente también dentro de la propia UOCRA. Esta tendencia ha ido profundizándose y nuestro propósito es acentuarla, poniendo un especial énfasis en los cuadros de conducción. Así que seguiremos por ese rumbo.
-A principios del mes de julio Nucleoeléctrica suscribió un acuerdo con la CNEA para finalizar la obra edilicia del prototipo del reactor CAREM. ¿Cómo será ese trabajo en conjunto y cómo cree que se va a posicionar la Argentina a nivel internacional una vez que el proyecto esté finalizado?
-El CAREM es un proyecto del sector nuclear argentino cuyo diseñador conceptual y conductor es la CNEA. Si bien se trata de un reactor prototipo, es un reactor destinado a producir energía eléctrica, así que hemos ayudado a la CNEA desde el comienzo de la construcción en obra allá por el 2014. Luego hubo una interrupción desde el año 2016, y ahora hemos vuelto a operar con ellos. Toda la experiencia y capacidad de construcción de centrales nucleares de NA-SA está a disposición de la CNEA y estoy seguro de que vamos a trabajar en conjunto mucho tiempo en este tema. Nosotros somos entusiastas colaboradores del proyecto CAREM.
Por ahora la Argentina está posicionada como exportadora de reactores de investigación, de los cuales se han exportado cinco unidades entre la CNEA e INVAP. El CAREM colocaría al país como un oferente de centrales nucleares modulares de potencia en un mercado que promete ser muy interesante.
-Otro proyecto destacado es la Extensión de Vida de Atucha I. ¿Cuáles son los mayores desafíos de esta compleja iniciativa?
-Todo proyecto de extensión de vida, si sale bien, es un gran negocio, porque por un monto infinitamente menor al que requiere la construcción de una central nueva se está prolongando la producción de energía de una central nuclear existente. La experiencia ha demostrado que las centrales nucleares son de larguísima vida, inimaginable cuando se diseñaron. La vida de diseño de Atucha I era de 25 años, y lleva 47 funcionando. Embalse operó durante 30 años en su primer ciclo a la perfección y ya tiene extendida su vida útil en otras tres décadas. Así que la extensión de vida de Atucha I no va a ser nuestro primer proyecto de este tipo.
La central debiera parar en el año 2024 para llevar a cabo su extensión de vida, y confiamos en que podrá operar unos 15 ó 20 años más según determine la Autoridad Regulatoria Nuclear. Atucha I, poca gente lo sabe, nació con 250 MW y durante el proceso de construcción -antes de que arrancara por primera vez- se le empezó a incrementar la potencia. Hoy está produciendo más de 350 MW, es decir más del 30% sobre la potencia original de diseño: un caso bastante insólito. Esperamos que la decana de nuestras centrales siga dándonos una buena producción durante unos cuantos años más.
Es un proyecto muy desafiante y vamos a hacer todo lo que se pueda con recursos nacionales. El proyecto lo va a conducir NA-SA como proyecto propio. Hay que empezarlo urgente, ya hemos designado al Gerente del Proyecto para conducir la Extensión de Vida y esperamos comenzar a trabajar ya mismo porque en el 2024 hay que parar la central, pero debemos tener listos todos los componentes para no demorarnos durante el período de parada. Así que hay mucho trabajo para hacer. Estimamos que la extensión de vida estará lista, una vez iniciadas las tareas, en dos ó tres años.
-Sin dudas, la Extensión de Vida de Atucha I será una de las grandes iniciativas mientras se avanza con los dos proyectos que está esperando todo el sector nuclear: la IV y V centrales…
-¡Sí, hace rato las estamos esperando!
-¿Cómo se va a retomar ese plan que en un momento estuvo cerca de concretarse pero que finalmente no se materializó?
-Lo que indica nuestro Plan de Acción, fruto del trabajo de análisis que comenzamos hacia fines del año pasado, es la posibilidad de retomar lo que era el Plan Nuclear 2014, que en esencia incluía la construcción de dos centrales: una de uranio natural y agua pesada, con la tecnología propia Argentina adquirida durante la construcción de Embalse (que se denominó «Proyecto Nacional»), y otra que sería la primera incursión del país en el mercado de centrales nucleares de uranio enriquecido y agua liviana.
Con respecto al Proyecto Nacional, de tipo CANDU, lo único que había que hacer era iniciar el proyecto, porque somos dueños de esa tecnología. En cuanto a la central de uranio enriquecido, se seleccionó por su financiamiento el reactor chino Hualong. Esta selección, cuyo proceso había comenzado en 2010 y se definió en 2014, coincidió con la firma de lo que ha sido un tratado histórico entre la República Popular China y la Argentina, un tratado País-País suscripto por los presidentes de ambas naciones en 2014. Este acuerdo prevé infinidad de áreas de cooperación y desarrollo conjunto, y en especial establece la posibilidad de hacer un plan de desarrollo de infraestructura para la Argentina con financiamiento de China. El proyecto Hualong nació en esa fecha, y fue añadido en ese tratado. Al mismo tiempo se aprovechó para incluir en el financiamiento al Proyecto Nacional, aunque no fuera de origen chino. Estamos hablando de una central de 700 MW de uranio natural y agua pesada y otra de 1.100 MW de uranio enriquecido y agua liviana.
La Argentina del año 2014 era una Argentina desendeudada y con PBI en crecimiento, situación que lamentablemente hoy no es así. Esperemos que se pueda corregir rápidamente pero la situación de financiamiento para grandes proyectos en el país es difícil, y por otra parte, el Proyecto Nacional fue eliminado del Plan Nuclear Argentino en 2018 por el Gobierno que sucedió al nuestro: sólo sobrevivió la central China, cuyos contratos se dispuso que se continuaran negociando con financiamiento chino. Esta situación -sin cambios respecto del año 2018, porque el proyecto de uranio natural está anulado y el contrato del reactor de uranio enriquecido no se logró terminar- es la que estamos enfrentando hoy a partir de nuestro retorno a Nucleoeléctrica Argentina.
-Ante este panorama, y a sabiendas de la voluntad de poder concretar ambos proyectos, ¿qué acciones están implementando para destrabar la situación?
-Nosotros no aceptamos que se haya anulado la tecnología de uranio natural y agua pesada. En el año 2017 también quedó abandonada la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) de Arroyito. Así que lo que hemos resuelto en primer término es cambiar el orden que estaba previsto para ambas centrales. Vamos a comenzar con aquella para la cual disponemos de financiamiento hoy, que es la central china. Terminaremos el contrato con China tal cual se estaba formulando, procurando maximizar en lo que podamos -dentro de lo que es un contrato EPC- el contenido nacional industrial del proyecto y la transferencia de tecnología de la fabricación del combustible a la CNEA.
Con respecto al proyecto de uranio natural, en primer término «anulamos la anulación». El orden se ha invertido, como dije, buscando mientras tanto recuperar la capacidad de producción de agua pesada de la PIAP y estar en condiciones de lanzar el Proyecto Nacional que vamos a hacer con una programación distinta a la habitual. Normalmente uno programa los proyectos de manera tal de empezar al mismo tiempo las obras y los suministros. Teniendo en cuenta que la industria manufacturera nacional necesita trabajo, vamos a comenzar por la compra de los componentes antes del lanzamiento de las obras.
-Para profundizar lo que nos comentaba recién -y hago hincapié en este punto porque sin dudas es el aspecto de mayor interés para la industria local- ¿cómo se va a garantizar la participación nacional teniendo en cuenta que la IV central tendrá una tecnología nueva para el país?
-Lo vamos a establecer en el mismo contrato. Es un tema a negociar que aún no está especificado, pero sabemos a priori -porque ya nos pasó con Atucha I y con la propia Embalse- que cuando uno incorpora una tecnología nueva el contenido nacional de la primera unidad es menor para la participación industrial. Los sectores de ingeniería y construcción sí van a estar muy ocupados con el proyecto Hualong, no así la industria nacional. Para ayudar a la industria proveedora de componentes mecánicos, metalmecánicos, eléctricos y demás adelantaremos la compra de componentes para el Proyecto Nacional. Una vez que la situación financiera se haya estabilizado entonces sí largaremos las obras de esta central de uranio natural, pero estaremos empezando mucho antes que lo habitual con los contratos para los insumos. Es decir, todos los fondos destinados para el Proyecto Nacional no los vamos a utilizar para construir -porque ese segmento de la industria va a estar muy bien ocupada en el proyecto Hualong- sino para manufacturar localmente. Los componentes importados y las obras vendrán después. Con esto trataremos de satisfacer a todos los sectores interesados.