En exclusiva para Enula, la presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Adriana Serquis, repasó el valor estratégico de la icónica instalación cuya producción se encuentra paralizada desde 2017. Según adelantó la funcionaria, el plan de reactivación se estima –en principio- en unos 25 meses y, además de garantizar un insumo indispensable para las centrales nucleares del país, podría habilitar la exportación de un producto tecnológico orientado a diversas industrias. Es“un bien estratégico que no se puede perder”.
Por Belén Zappia para Enula.org
La Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) -radicada en la Provincia de Neuquén, en la localidad de Arroyito- fue inaugurada en 1993 por el entonces presidente de la Nación, Carlos Menem. Es propiedad de la CNEA y su operación está a cargo de la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería (ENSI), sociedad integrada por la Comisión y la Provincia de Neuquén, esta última en forma mayoritaria.
ENSI produjo por primera vez agua pesada en la PIAP el 9 de septiembre de 1994. De acuerdo a la información provista en el portal oficial de la firma estatal, su capacidad para generar 200 toneladas de agua pesada por año la convierten en “la planta más grande del mundo” destinada a la producción de este insumo que es utilizado como moderador y refrigerante en las centrales nucleares del país: Atucha I, Embalse y Atucha II. En efecto, el principal interés de reanudar su actividad apunta a garantizar el abastecimiento que requerirán las tres plantas hasta el final de su vida útil.
Su capacidad para generar 200 toneladas de agua pesada por año la convierten en “la planta más grande del mundo
“Transcurridos los casi siete años que demandará el primer objetivo estimamos que Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NA-SA) tendrá la posibilidad de contar con el agua pesada que se necesite si comienza con la construcción de la segunda central tipo CANDU prevista en su plan estratégico, lo que disparará la producción a 500 toneladas más. Por otra parte, en la actualidad se trabaja en un programa de negocios orientado a la provisión de clientes extranjeros que utilizan el agua pesada como insumo para electrónica y usos médicos”, informó la CNEA en diciembre último tras acordar con la Provincia de Neuquén un plan para reactivar la PIAP.
– ¿Qué sucedió en la PIAP tras definirse la paralización de su actividad?
– La planta se paró en 2017 debido a una decisión política de dejar de producir agua pesada. En aquel momento se redujo el personal de 400 trabajadores a 50. Fue un proceso catastrófico. Además, el deterioro que se produce en una instalación de este tipo durante el tiempo que está detenida es enorme. A eso se suma, posteriormente, el esfuerzo y la inversión que implica para el Tesoro Nacional volver a ponerla en marcha.
– ¿Cuál es la situación actual de la PIAP y cómo va avanzando su reactivación?
– Luego de su parada, la planta entró en una etapa de mantenimiento donde hubo varios contratos con ENSI, que es la encargada de realizar esas tareas para evitar su deterioro. Como consecuencia, se recuperaron algunos puestos laborales, que actualmente rondan los 110.
En este tiempo hubo varias conversaciones con el gobernador de la Provincia de Neuquén, Omar Gutiérrez, quien tiene interés en reanudar la actividad de la PIAP.
El programa de alistamiento para su puesta en marcha es lo que se encuentra en revisión en este momento, el cual se refleja en el anexo del contrato correspondiente. Al respecto estamos aguardando la definición de la Secretaría de Energía y del Ministerio de Economía de la Nación para garantizar el flujo de fondos de modo que esto pueda hacerse en tiempo y forma.
Por un lado, es necesario incorporar y volver a formar profesionales o reincorporar a los que en algún momento trabajaron en la instalación. Esta decisión tiene que ver con la cantidad de agua pesada que requerirán nuestras propias centrales hasta el fin de su vida útil, estimada por NA-SA en unas 480 toneladas. Adicionalmente, si se concretara en el país el proyecto por la segunda central tipo CANDU se precisarían otras 500 toneladas.
Si se concretara en el país el proyecto por la segunda central tipo CANDU se precisarían otras 500 toneladas
Independientemente de ese plan, desde nuestra gestión fuimos recibiendo consultas de diferentes empresas del mundo -en particular de Canadá, China y Corea- que manifestaron la necesidad de comprar agua pesada en el futuro para otras aplicaciones no nucleares, como medicina nuclear y semiconductores.
Un estudio de mercado pronostica un aumento sustantivo en este requerimiento que incluso excedería nuestra capacidad: la expectativa es que para dentro de un par de años la demanda supere las 300 ó 400 toneladas anuales de agua pesada. Por consiguiente, entendemos que en el mundo existe un mercado real al respecto, con una posibilidad de exportación.
La reactivación de la PIAP, entonces, permitiría no sólo volver a aprovechar una instalación donde el país invirtió más de mil millones de dólares cuando se construyó sino que además posibilitaría el ingreso de capital extranjero a través de un producto tecnológico hecho en la Argentina.
– ¿Cuáles fueron los usos históricos de la planta y qué nuevas aplicaciones se podrían habilitar?
– La PIAP tuvo como cliente estratégico a NA-SA. De hecho, durante la última producción fueron sus clientes exclusivos. La idea ahora es que no sólo se provea a Nucleoeléctrica sino que se amplíe a otros usos.
En un momento se había evaluado la posibilidad de que una de las líneas de la planta, o su totalidad, se reconvirtiera para la producción de amoníaco o de fertilizantes nitrogenados, pero el proyecto no fue viable en ese entonces. Sin embargo, los tiempos cambiaron y actualmente en el mundo hay una necesidad vinculada con los fertilizantes que hace que el precio de ese commodity vaya aumentando.
Nos interesa que la PIAP se ponga en producción para disponer del agua pesada para las centrales del país, pero simultáneamente se está evaluando la posibilidad de que la segunda línea pueda atraer a un inversor al que le interese este otro tipo de aplicaciones, incluso la generación de amoníaco verde. De todos modos, estas alternativas se están en analizando.
-Según informó la CNEA, justamente, la Comisión firmó a mediados del 2022 un memorándum de entendimiento junto con la Provincia de Neuquén, Y-TEC y ENSI “para desarrollar la producción de hidrógeno, amoníaco y urea en la segunda línea de producción de la PIAP”…
– El convenio partió de la idea de hacer ese estudio y empezar a evaluar su viabilidad, definir cuál sería el plan de negocios y la posibilidad de que haya una empresa interesada en invertir.
Se deberá hacer una nueva evaluación al respecto, pero sin dudas hay interés en que la planta se ponga en marcha para la producción de agua pesada porque es un bien estratégico que no se puede perder. La PIAP está en un punto donde el deterioro por el paso del tiempo hace que sea un momento crítico. Es necesario volver a ponerla en marcha ahora, no se puede seguir esperando más tiempo.
– ¿Cuál es el cronograma previsto para lograr la ansiada reactivación?
– El plan de alistamiento y puesta en marcha es de 25 meses, pero los tiempos están bajo revisión en este momento. Estamos evaluando si va a ser ese el plazo o si podría modificarse porque es una planta muy compleja. Tiene muchos componentes y los sistemas de control deben ser renovados por una cuestión de seguridad y porque algunos están obsoletos o no están en funcionamiento.
– ¿Qué etapas va a incluir todo este proceso de reactivación?
– Incluye esta primera evaluación, el reemplazo de los sistemas de control, la revisión de cada uno de los componentes, las estructuras y cada uno de los detalles que implican las bombas. Para llevar a cabo todo esto en paralelo hay que ir incorporando personal o profesionales que conozcan la planta e ir formando recursos nuevos.
En principio se prevé que para el 2025 la instalación esté lista para la producción de agua pesada y con un mínimo de una línea en funcionamiento, generando entre 80 y 100 toneladas de agua pesada por año.
– ¿Cuál es la inversión que implica este proyecto?
– El análisis había arrojado que a mediados de 2021 se necesitaban aproximadamente unos 11 mil millones de pesos. Debido a los períodos inflacionarios se están revisando los valores porque esta primera revisión requiere de la mitad del presupuesto total. Evidentemente las cifras van a ser modificadas en función de las expectativas inflacionarias.
– A modo de cierre, ¿por qué es tan importante la reactivación de la planta?
– Es un bien estratégico e implica tener la posibilidad de conservar la independencia para la seguridad energética. Sin este bien habrá que seguir importando el agua pesada para que las centrales que existen actualmente sigan funcionando.
En los modelos de transición energética la energía nuclear va a seguir cumpliendo un rol importante porque el mundo va moviéndose hacia energías más limpias, y la energía nuclear es una de ellas. Contar con la PIAP significa contar con esa soberanía tecnológica.
Conservar la independencia para la seguridad energética
Si la planta no se recupera corremos el riesgo de perderla definitivamente. Si tomamos dimensión, reactivarla no es un esfuerzo tan grande comparado con la inversión que realizó el Estado Nacional en la década de los ‘90. El hecho de retomar la producción de agua pesada es un acierto porque nos puede garantizar al menos una parte de lo que significa esa soberanía energética.